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LA MÚSICA DEL LENGUAJE Y LA DISLEXIA

¿Alguna vez te habías preguntado por qué tu hijo/a no identifica la acentuación de las palabras? ¿Por qué, a pesar de saberse las reglas de memoria y, haberlas practicado una y otra vez, año tras año, no acaba de poner algún acento? Pues finalmente, lo que muchas madres ya nos habíamos percatado, quizás por la intuición maternal, ha sido confirmado ciéntificamente por un equipo de investigación de la Universidad de Granada y publicado en el Research in Development Disabilities: Las personas con dislexia no perciben ni los tonos, ni los acentos, ni la entonación de las palabras.

Es decir, que la dislexia no solamente supone un deficit fonológico, como se ha venido sosteniendo por la mayoría los científicos a nivel internacional, sino que, además de sus dificultades en la conciencia fonológica (identificar los fonemas en las palabras y automatizar la conversión grafema-fonema), en la memoria de trabajo (memoria a corto plazo y el uso de la información) y en las habilidades organizativas (casi todas podemos dar prueba de ello), también se ha podido probar que existe un déficit en el procesamiento prosódico (detectar las sílabas acentuadas). Podéis leer la noticia completa en SINC, donde ha salido publicada tan interesante noticia y cuyo hallazgo, esperemos, pueda arrojar cierta claridad en los centros educativos, el por qué nuestros hijos no acaban de interiorizar ciertos componentes de nuestro lenguaje, y no sea motivo de penalización, como lamentablemente sigue ocurriendo, en los exámenes o en los trabajos tan originales que muchos estudiantes con alguna dificultad específica de aprendizaje son capaces de realizar.

No sabemos, ni podemos preguntar a Agatha Christie, si fueron muchos los castigos que recibió en su época, por no dominar la ortografía, pero sí podemos dar fe de su mundo maravilloso interior que le permitió viajar con sus pensamientos hacía aquellos parajes que tuvo la gentileza de describirnos con aquellos entramados tan complicados, todo ello fruto de una imaginación sin límites, que los normo-lectores difícilmente podemos desarrollar. ¡Menos mal, que quedó intacta, a pesar del sufrimiento garantizado!

Y, como Agatha, muchos otros, muchos de antaño y muchos actuales, que aún no nos atrevemos a imaginar. Tengamos por seguro, que lo que importa es lo que comunicamos, a pesar de las faltas de ortografía, a pesar de la «inexistencia» de acentuación de muchos, todo tiene su razón de ser y, gracias a la vida y a la ciencia, poco a poco están saliendo a la luz, lo que toda madre de buen disléxico llevabamos intuyendo desde hace tiempo.

Una vez más, ¡demos gracias a las nuevas tecnologías, con las que aquellas personas con capacidades diferentes, pueden brillar y sacar a la luz sus potencialidades, sin tener que detenerse, ¡si es aguda, llana o estrújula!