
DISCALCULIA: ¿OTRA «DIS»?
Mientras que la dislexia lentamente se está haciendo presente en el ámbito educativo y en nuestra sociedad, sobre todo gracias al trabajo que todas las Asociaciones del país estamos realizando, la discalculia sigue siendo una de esas «hermanas» más invisibles aún, junto a la disgrafía y la dispraxia, entre otras.
Sin embargo, igual que la dislexia en el ámbito del lenguaje, la discalculia es una dificultad específica del cálculo. Se caracteriza por ser una disfunción neurológica en el hemisferio derecho, donde se procesa la información relacionada con los números.
Pocas investigaciones existen en relación a esta dificultad y, por lo tanto, pocos son los métodos didácticos adecuados que se aplican en consecuencia. El año pasado tuvimos ocasión de acceder a interesantes resultados de investigaciones llevadas a cabo relacionadas con la discalculia. (ver artículo)
El niño/a con discalculia no es fácil de localizar, como ocurre con la dislexia, puesto que su CI (coeficiente intelectual) es normal o está incluso por encima de la media, y no tiene por qué interferir en otras materias del ámbito académico.
Sus características podrían resumirse en que para estas personas los números carecen de un sentido lógico, no existe la abstracción matémática. El 0 no tiene valor alguno, da lo mismo un 10 que un 100, por ejemplo.
Sobra mencionar, como en el caso de la dislexia, la gran frustración que tanto niños/s como adolescentes y/o adultos experimentan ante esta dificultad que en la mayoría de los casos no se diagnostica, por lo que los individuos nunca sabrán el porqué de su dificultad para desenvolverse de forma adecuada en el mundo de los números.
A esto se añada la triste realidad, que la discalculia, igual que en el caso del TDA/TDAH (trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad), no siempre llega «sola», sino que en la mayoría de los casos viene acompañada (la famosa «comorbilidad») por una dislexia. Si la persona en cuestión tiene suerte, obtendrá el reconocimiento oficial, o no oficial, en el ámbito educativo y/o laboral de su dislexia, pero en casos muy contados también el de su discalculia.
Lo mismo ocurre con los casos del TDA/TDAH, en los que sorprende la proliferación de diagnósticos de este trastorno, comparándolo con diagnósticos oficiales de la dislexia, sin mencionar las otras DEA, cuando ya está más que comprobado científicamente que con una frecuencia asombrosa, detrás de un TDA/TDAH se esconde una dislexia no detectada, y por lo tanto, no intervenida.
Todas estas dificultades específicas de aprendizaje (DEA) se podrían prevenir de forma muy sencilla. Y, por ello, nos sumamos a la propuesta de algunos investigadores en EEUU a realizar unos exámenes estandarizados en los centros para poder determinar de forma precoz qué niño/a probablemente pueda desarrollar alguna dislexia, discalculia y/o alguna otra de las DEA. Y, como sabemos, que los métodos que tienen resultados con niños/as con dislexia son beneficiosos para todos los etudiantes, este tipo de acciones solamente podrían beneficiarles a todos/as.
Resulta interesante tener en cuenta que, por ejemplo, existe la posibilidad de que el profesorado de la asignatura de Educación Física pueda, a través de ciertos ejercicios, darse cuenta de que un estudiante puede tener dispraxia, ya que ésta puede causar problemas con la motricidad fina y/o gruesa, consecuentemente el estudiante puede mostrar dificultades en el trazo de grafemas (letras)y/o símbolos numéricos, lo que puede impedir una expresión escrita de acuerdo a su edad.
Invitamos a todos/as a reflexionar sobre este «proyecto de prevención», y os dejamos con un artículo interesante sobre la discalculia aparecido en LA VOZ, Arizona, EEUU, en el mes de noviembre.